Las tragedias que suceden en la tierra son el resultado del pecado y de la obra del enemigo que viene a robar, matar y destruir. (Juan 10:10)

“Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:22)

Terremotos, hambres, huracanes y otros desastres no representan la obra de Dios, sino que son el resultado del pecado y sus efectos en el planeta que ‘gime a una, y a una está con dolores de parto’ bajo la ‘esclavitud de corrupción.’ (Romanos 8:21-22)

El planeta ha sido sujeto a corrupción. En el diluvio de Noé el planeta fue sacudido desde su núcleo y sus profundidades se quebraron y se dividieron los continentes. Los cambios tremendos que tomaron lugar dejaron la tierra inestable y dramáticamente diferente a su estado original. Ahora existen los terremotos, tornados, huracanes, sequías, inundaciones e incendios que traen muerte y destrucción a millones. Éstos no representan la voluntad de Dios. Él no los manda.

“El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” (1Timoteo 2:4)

No tendría sentido para Dios enviarnos al mundo a predicar el Evangelio (las buenas nuevas) a todos los hombres si al mismo tiempo Él los destruye mediante tragedias y desastres. Nuestro Evangelio es buenas noticias, y la gracia y misericordia de Dios nos dio este tiempo en el cual Él no está inculpándonos de nuestros pecados (2 Corintios 5:19). Él se ha reconciliado con nosotros y nos ruega por medio del Evangelio ¡que nos reconciliemos con Él! (2Corintios 5:20)

El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:9)

Jesús dejó claro que Dios no está juzgando la tierra.

“Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo” (Juan 5:22)

Y Jesús también reveló cómo vendría el juicio.

“El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.” (Juan 12:48)

Seremos juzgados por la Palabra de Dios en el ‘día postrero.’ (Lee Romanos 2:5) Por esto, los desastres naturales no son juicios de Dios por el pecado. Los desastres naturales son parte de la naturaleza caída.