El tema de la soberanía de Dios puede ser confuso para algunos. El problema empieza con la definición de la palabra “soberano.” La definición del diccionario incluye las palabras; supremo, superlativo en calidad, dominio indiscutible, ilimitado, gozar de autonomía, desenvolverse desde el control externo. En estas definiciones no hay implicación alguna a un “control activo sobre todos los sucesos.”
La soberanía de Dios significa que Dios, no el hombre, es el responsable de crear y sostener todas las cosas, y que Dios tuvo el privilegio de establecer las leyes y los límites de Su creación. Ahora bien, una vez creado y establecido todo, Dios mismo tiene un compromiso con lo que decretó con Sus palabras. Aquí es donde muchos se confunden.
Algunos ven a Dios como si fuera caprichoso y sin reglas de conducta. Lo ven actuando de acuerdo a sus caprichos, interviniendo cuando a Él le place e ignorando las situaciones en las que no está interesado. Esta línea de pensamiento acusa injustamente a Dios y ataca Su naturaleza que es el amor.
Para poder entender cómo afecta la soberanía de Dios a Su creación debemos regresar al principio. En Génesis vemos que Dios creó todas las cosas por Su Palabra. Él estableció orden y límites. A todas las cosas vivientes les dio la habilidad de reproducirse, pero siempre según su misma “especie.” Los pinos siempre producirán pinos y los perros solo producirán perros. Aunque Dios es soberano, Él no va a cambiar el orden que Él mismo estableció. Hacer eso, lo descalificaría como Dios, porque Su Palabra no sería inmutable.
Cuando Dios creó al hombre, lo creó a Su propia imagen. El hombre estaba equipado para cumplir el propósito de Dios en la creación. Al hombre le fue dado el domino y la autoridad sobre la tierra y la responsabilidad de gobernarla de acuerdo a la naturaleza del Creador.
El hombre fue creado con la identidad (imagen) de Dios, investido con Su autoridad (dominio), bendecido con Su capacidad (bendición) y comisionado con Su trabajo (propósito) para sojuzgar la tierra y ser fructífero y multiplicarse (Génesis 1:26-28)
Salmos 115:16 declara que Dios le dio la tierra a los hijos de los hombres. Su plan para el hombre era que obtuviera su vida de Dios y cumpliera su propósito en armonía con Dios. Sin embargo el hombre pecó. Ese pecado efectivamente “desconectó” al hombre de Dios. Él perdió su identidad, su autoridad, su bendición y su propósito. Dios ahora se encontraba a Él mismo mirando desde afuera, por decirlo de alguna manera. Él le había dado la tierra al hombre, y el hombre por el pecado se lo dio al diablo (mira Lucas 4:5-6). Dios aún es el Señor y el dueño de Su creación, pero Su “inquilino” rompió el contrato.
Ahora Dios, para intervenir en los eventos del mundo, tendría que hacer pactos y acuerdos con el hombre. Sin entrar en muchos detalles, podemos encontrar pactos a través de la Biblia que permitieron a Dios tratar con el hombre y por momentos juzgar el pecado. Debía fluir sangre para que pudiera haber un pacto, por lo que fue implementado un sistema de sacrificios. El primer sacrificio lo encontramos en el Jardín del Edén cuando Dios vistió a Adán y a Eva con piel de animales. Los animales tenían que morir y su sangre era derramada con el fin de cubrir la desnudez de Adán y Eva.
A causa del pecado, ¿Cómo interviene Dios en los asuntos del hombre? ¿Acaso Dios controla activamente nuestras vidas, o activamente permite circunstancias para “perfeccionarnos”? Otra vez, volveremos al principio para obtener ayuda. El hombre, creado a la imagen de Dios, tenía libre albedrío. Era necesario que el hombre pudiera elegir porque Dios no quería una creación de robots, sino hombres y mujeres que lo amaran por su propia voluntad. Para que exista esa libre elección, tenía que existir la opción de desobedecer. Esa opción era el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal.
Vemos que Dios no intervino ni detuvo a Adán y Eva para que no pequen, ni siquiera detuvo a la serpiente cuando tentó a Eva. Él no lo hizo simplemente porque no podía. Él le había dado la tierra al hombre y le dijo que la sojuzgara y la cuidara. De Adán dependía hacerse cargo, y falló. Dios no detuvo a Adán en su caída aún sabiendo las horribles consecuencias que iban a ser liberadas en la creación.
Cuando Caín se puso celoso de su hermano y lo asesinó, Dios no intervino. Este fue el primer asesinato, la primera tragedia de la que hay registro desde la caída. ¿Por qué Dios no detuvo este asesinato? ¿Por qué no protegió al fiel e inocente Abel de una muerte terrible? El hecho de que Dios no haya intervenido nos revela muchas cosas. Dios está limitado por Su Palabra. Esto no lo hace menos soberano, sino que Su soberanía decretó que la tierra le pertenecía al hombre. Y a causa del pecado, el hombre fue separado de la vida de Dios. Así es que Dios estaba comprometido por Su Palabra para no intervenir. .
Mientras seguimos este razonamiento a través de la Biblia, vemos a Dios estableciendo pactos y exhortando al hombre a elegir la vida y a obedecer para ser bendecido. Esa era la voluntad de Dios, pero el hombre no siempre (sólo pocas veces) hace lo que Dios desea; por eso el hombre sufre.
Para redimir la humanidad y cumplir con éxito Su plan de tener una familia creada a Su imagen que lo amara por su propia voluntad, Dios tenía que encontrar un hombre perfecto que pudiera derrotar al pecado (que viva una vida sin pecado), derrotar al enemigo (Satanás) y derrotar la muerte. Ningún hombre puede. Todos nacen con una naturaleza separada de Dios y de esa manera, también sujetos al pecado, al diablo y la muerte.
Por eso, Dios se hizo hombre (Jesús) y nació sin pecado. Él fue tentado de todas las maneras posibles y aún así no pecó. Él venció al diablo en una confrontación cara a cara. Y venció a la muerte resucitando.
Esta victoria de la redención ahora abre camino para quetodos aquellos que crean, lleven una vez más Su imagen, tengan Su autoridad, reciban Su bendición y cumplan Su propósito.
Los eventos que toman lugar en el mundo y en nuestras vidas pueden dividirse en dos categorías: las cosas que pasan en nuestra esfera de influencia, y las que pasan fuera de nuestra esfera de influencia. Esta es la primera verdad importante que tenemos que entender.
El hombre sigue teniendo libre albedrío. Esto incluye a los pecadores. El hombre es libre para elegir obedecer, o desobedecer, y libre para vivir de acuerdo a la carne si así lo quiere. Esas elecciones, aunque no son la voluntad deDios, pueden afectar a los que nos rodean. El hombre puede elegir mentir, robar, matar, beber y conducir, abusar de su cónyuge, etc. Dios no quiere ninguna de estas cosas, ni tampoco intenta cumplir Sus propósitos con ellas. No fueron necesarias en el principio antes del pecado y no son necesarias hoy. Sin embargo, la gente mala existe y hacen sufrir a los que están a su alrededor. Todos los hombres y mujeres tienen una esfera de influencia que es impactada por su libre albedrío.
Segundo, vivimos en un mundo que todavía está bajo la influencia del diablo. Pablo declara que él es el dios de este mundo (2Corintios 4:49 y Jesús dijo que él viene a hurtar, matar y destruir (Juan 10:10). Juan proclamó que el mundo entero está bajo su influencia (1Juan 5:19). Este reino de oscuridad tampoco es la voluntad de Dios, y sin embargo existe. Aquellos que reciben Su redención por la fe son trasladados del reino de las tinieblas al Reino de Dios (Colosenses 1:13). Ellos están habilitados para vivir por fe y caminar en la vida abundante si así lo eligen.
Tercero, tenemos que entender que el planeta mismo ha sido sujeto a corrupción (Romanos 8:20). En el diluvio de Noé, el planeta fue sacudido desde su núcleo y sus profundidades se quebraron y se dividieron los continentes. Se produjo un cambio tremendo que dejó la tierra inestable y muy diferente a su estado original. Ahora existen terremotos, tornados, huracanes, sequías, inundaciones, incendios que traen muerte y destrucción a millones. Éstos no representan la voluntad de Dios. Él no los envía y Él no necesita ninguna de estas cosas para cumplir Sus propósitos. Éstos traen muerte y destrucción, no vida y paz.
El libre albedrío del hombre malo, el reinado de Satanás y la inestabilidad del planeta son cosas que están fuera de nuestra esfera normal de influencia. Estas cosas suceden aunque Dios no tenga parte en ellas. El sufrimiento y la muerte no son la voluntad de Dios. Él nos ha comisionado para vayamos por el mundo y prediquemos el Evangelio de Su amor. Para Dios no tiene sentido matar gente que Él mismo está intentando alcanzar.
En nuestra esfera de influencia tenemos autoridad y podemos tener dominio. Primero, tenemos autoridad sobre nuestras mentes. Podemos derribar cualquier fortaleza y pensamiento que vaya en contra de la Palabra de Dios (2 Corintios 10:5). Somos responsables de renovar nuestras mentes (Romanos 12:2) para que podamos entender que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta.
Tenemos autoridad sobre la enfermedad. Estamos equipados con poder de lo alto y se nos ordenó sanar al enfermo. Podemos hablarle a los elementos de la naturaleza y reprenderlos como Jesús lo hizo con la tormenta. Él no reprendió a todas las tormentas que había esa noche, solo aquella que lo estaba afectando en ese momento. Podemos hacer lo mismo. Tenemos autoridad para orar que Dios levante labradores que sean enviados a la cosecha con el fin de alcanzar a nuestros seres queridos con la Palabra de Dios.
Tenemos la capacidad de casarnos sabiamente y criar a nuestros hijos en el consejo del Señor. Tenemos principios Bíblicos que tienen que ver con cómo manejar nuestras finanzas y como liberar el poder de dar y recibir en nuestras vidas.
Incluso se nos ha dado autoridad sobre el enemigo en caso de que él aparezca. Podemos someternos a Dios, resistir al diablo y echarlo fuera.
No podemos determinar qué cosas se interpondrán en nuestro camino, pero podemos determinar cómo vamos a reaccionar frente a ellas. Las tormentas de la vida serán diferentes para cada uno de nosotros, pero estamos capacitados por Dios para vencer y caminar en victoria. No debemos decir que nuestros fracasosson un trato de Dios con nosotros. Eso sería injusto para Dios. Él nos ha equipado con Su Nombre, Su Espíritu, Su Palabra, Su Armadura, Su Nuevo Pacto, Sus promesas, las llaves del Reino, y la autoridad para atar y desatar. Si fallamos, no es Su culpa. “Mi pueblo fue destruido por falta de conocimiento.” (Oseas 4:6)
Entonces, ¿Dios controla o permite cosas malas en nuestra vida? La respuesta es: Dios nos ha equipado para que vivamos en victoria en esta vida sin importar lo que se nos cruce en el camino. Él no es el autor de la tragedia y la destrucción. Vivimos en un mundo caído y es nuestra responsabilidad determinar nuestro nivel de victoria en este mundo. Vemos esto en la parábola de los dos hombres, las dos casas, y las dos construcciones (Mateo 7:24-27). La tormenta no era la voluntad de Dios y la destrucción de la casa de aquel hombre (su vida) no era la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es que seamos hacedores de la Palabra para que podamos responder en fe cuando las pruebas y tentaciones se nos crucen en el camino. Él quiere librarnos y prosperarnos. Pero esa liberación y prosperidad dependen de nosotros, no de Dios. Dios va a intervenir en nuestras vidas a través de nuestra fe en Él.