“La Ruina del pobre es su pobreza” (Proverbios 10:15)

La Pobreza es una maldición y toma lugar en diferentes áreas de nuestras vidas; pero esto nunca refleja la naturaleza y abundancia de Dios.

En el mundo podemos observar pobreza mental, pobreza emocional, pobreza física, pobreza espiritual, pobreza relacional y pobreza financiera. El pecado trajo la pobreza y los dedos de ella intentan adherirse a todos nosotros.

La pobreza es una mentalidad. “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”. (Prov. 23:7). Es la manifestación perteneciente a una expectativa. Es un ladrón que roba la visión, la esperanza y el gozo. La pobreza nos lleva a evaluar y especular sobre nuestra falta de recursos tanto sea mental, como emocional, físico o financiero y establecer nuestros límites en la vida. Una mentalidad de pobreza frecuentemente pensará pequeño, jugará la carta de la víctima y buscará que otros tomen responsabilidad sobre su vida.

El espíritu pobre nos roba la visión de Dios, nos hurta Su Palabra y aplasta nuestra fe.

Aquellos con espíritu y mentalidad pobre, pueden oír la misma Palabra de Dios que otros oyen, pero la Palabra que da a luz la fe en algunos, es tragada por el agujero negro de la incredulidad y la rendición en ellos. La mentalidad de pobreza es fácilmente conformada al mundo; donde políticos y científicos tienen la última palabra. La economía es un dictador inquebrantable que establece cuán lejos pueden llegar en la vida.

Algunos con espíritu de pobreza pueden ser nacidos de nuevo, pero adoran ante el altar de las limitaciones, la duda de uno mismo y la escasez. La visión de la abundancia de Dios nunca echa raíces.

La revelación de un futuro sin límites lleno de promesas y de la gracia parece estar muy lejos. La mente atrapada en la pobreza ni siquiera va a pensar más allá de las circunstancias actuales. Algunos incluso se sienten cómodos con un Dios pequeño, en un pequeño mundo lleno de pequeñas expectativas.

Para ser libre del espíritu de pobreza, los pobres tienen que querer ser libres. Deben estar dispuestos a alzar los ojos y considerar el suministro ilimitado de la gracia de Dios. Se debe valorar su propia identidad en Cristo y decidir entrar en la nueva dimensión de la vida. ¡Tienen que estar hartos hasta la coronilla de estar enfermos y cansados!

Medita en los siguientes pasajes hasta que lo obtengas. Deja que Su Palabra cambie la forma de pensar en tu corazón. ¡Rompe las cadenas de la pobreza en tu vida!

“Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso.” (Isaías 55:9-12)
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20)

Dios está en contra de todo aquello que produzca pobreza: el pecado, la pereza, el miedo, la enfermedad y la injusticia. Que en tu mente haya este mismo sentir. Recibe la visión y el deseo de Dios para tu vida y persíguela. La prosperidad comienza dentro.